Ese fue el destino de un Alabai irreconocible encontrado tirado cerca del garaje. Demacrada, enferma y con heridas supurantes, su estado era crítico.
Años de reproducción constante la habían agotado y su útero se había caído debido al estrés. Durante más de dos meses, soportó sufrimientos inimaginables, pasando desapercibida para los transeúntes hasta que finalmente fue descubierta.
Llevada al hospital para recibir tratamiento de emergencia, pesaba sólo 66 libras, un marcado contraste con el peso típico de su raza. La anemia, la baja temperatura y una serie de otras enfermedades la atormentaban, incluida la pérdida tanto de su tracto urinario como de su vagina.
Sufriendo dolores insoportables y constantes convulsiones, sus posibilidades de supervivencia parecían inciertas.
A pesar del sombrío pronóstico, surgió un rayo de esperanza cuando se sometió a una cirugía de emergencia. Llamada Almira, desafió todos los pronósticos y aceptó el desafío con una fuerza recién descubierta. Poco a poco empezó a caminar de nuevo, aunque frágil y vulnerable.
Cada día que pasa, la resiliencia de Almira brilla más. Poco a poco, recuperó la salud y la alegría de vivir.
Desde pasos vacilantes hasta carreras alegres, su progreso ha sido notable. Criada con cuidado y amor, se convirtió en la perra cariñosa y alegre que siempre debió ser.
Seis meses después, la transformación de Almira fue milagrosa. Ahora prospera en un hogar de acogida con otros seis perros y disfruta de los placeres sencillos de la vida.
Con un patio trasero para deambular y compañeros con quienes jugar, ella encarna la resiliencia, la gratitud y el poder duradero del amor.
Dejemos de insistir en la tristeza de su pasado y, en cambio, celebremos la alegría radiante que trae, un testimonio de la resistencia del espíritu canino.